Durante una semana la cámara ha vuelto a ser testigo de excepción de la magia y devenir del carnaval. Una semana que, además, ha estado trufada de grandes oportunidades fotográficas. Algunas como un acqua bassa especialmente intensa y otras, como la niebla, que convierten a esta ciudad en un escenario irreal en el que el agua y el cielo se funden en uno, dando de lado al horizonte.
El carnaval
Aunque el carnaval volvía sin restricciones, las obras, que han afectado a los lugares más habituales del carnaval, han reducido los escenarios en los que fotografiar y han dejado un evento al que aún no se cómo tildar: ¿extraño?, ¿descafeinado?, ¿las expectativas creadas por un retorno esperado? …
Pero, dejando adjetivos de lado, la realidad ha sido que magia, encanto, arte, seducción, color, disfraces y máscaras han vuelto a tomar las calles de Venecia. De nuevo los amaneceres y atardeceres, las calles, monumentos y plazas, los puentes, canales y góndolas se han visto envueltos en el colorido de las máscaras.
La ciudad
El bullicio entumece los sentidos y el del carnaval puede acabar con ellos. Para que respiren, para que vuelvan con plenitud a la creación de imágenes inspiradoras de Venecia, nada mejor que darle libertad a nuestros pies para que nos lleven a calles cada vez más despejadas. Dejarse fluir por la ciudad como un canal más. Una experiencia, de por sí maravillosa, que puede ser única para la cámara al descubrir las bajas luces de invierno acariciando sutilmente, aquí y allá, una fachada, un puente o tan sólo un resplandeciente canal.
Un paseo diario para descansar el espíritu, para descubrir rincones tranquilos en los que disfrutar de un cicchetti con su ombra y tomar al pulso al día a día de la ciudad. O, por qué no, para ponerse en pausa y deleitarse con el cremoso placer de un tiramissu.
La visitante silenciosa
La niebla, que inicialmente parecía rehuirnos, acabó extendiéndose entre los canales como la nada sobre el reino de Fantasía. Durante un par de días la niebla jugó con la ciudad como un niño con la arena entre sus dedos, deslizándose silenciosamente para construir mundos oníricos.
Burano
Si, en los fríos días invernales, el sol decide presidir desde un impecable cielo azul es el momento de aprovechar y deleitarse con un largo paseo en barco, contemplar la laguna veneciana y llegar hasta la colorida Burano. Una pequeña isla a la que acudir una y otra vez para seguir encontrando rincones e inspiración en la inabarcable colección de colores que cubren las fachadas de sus casas. Una trivial aventura para dejar que el color inunde nuestras imágenes.
La noche
Con las estrellas ya distribuidas sobre el cielo llega el mejor momento para disfrutar de Venecia en la soledad y la tranquilidad de sus calles, puentes y canales. La ciudad, serena, a tu disposición. Es la ocasión para descubrir rincones y lugares únicos que representan a esta ciudad y llevarse una imagen de ellos que no suele ser habitual.
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